Las nuevas tendencias demuestran las múltiples posibilidades estéticas que tienen los azulejos para crear juegos sutiles de proporciones y relieves. Un revestimiento cerámico con relieve es un ejemplo de cómo el volumen puede ser un elemento decisivo a la hora de provocar sensaciones. Los efectos visuales, e incluso táctiles, transforman la linealidad en movimiento. No hay ambiente que se resista. Incluso los más convencionales dejan de serlo cuando la profundidad se cruza en su camino.
¿Cómo se consigue? En primer lugar, gracias a los juegos de luces creados por el volumen de las piezas cerámicas. Con iluminación natural, las sombras van variando hasta alcanzar diferentes tonalidades en función del momento del día. Si se opta por diferentes puntos de luz artificial, su efecto sobre la superficie es equiparable al de un oleaje irregular, creando una sensación de vibración y movimiento.
Otro de los factores a tener en cuenta, además de la luz, es el brillo. Si se utilizan azulejos ultra brillantes, se logra potenciar el volumen, llamando la atención sobre la zona. Si en cambio se quiere un ambiente más minimalista y sofisticado, la tridimensionalidad en tonos mates resulta perfecta.
Hoy en día existe un amplio abanico de diseños disponibles, que han evolucionado desde los motivos florales iniciales, a los que siguieron los modelos geométricos hasta llegar a los llamados orgánicos. Estos últimos son una alegoría al movimiento del agua y de telas nobles como la seda pintada. Ya estuvieron en boga en los años setenta, pero la clave de su resurgimiento en los últimos años hay que buscarla en el reciente acercamiento a la cerámica de arquitectos e interioristas.
¿Cómo usar el efecto 3D? La clave acertar con el efecto final es dosificar estas piezas cerámicas en la decoración, delimitando las superficies con volumen en zonas especialmente visibles y singulares, donde logren causar el resultado buscado. Darán un toque muy original a las estancias, además de ampliarlas ópticamente.