El verano ya está aquí. Después de una primavera pasada por agua, el sol y las altas temperaturas ya han hecho acto de presencia con la primera ola de calor de la temporada. Y es que el verano no es solo playa; muchas personas lo pasan en la ciudad y sufren las altas temperaturas no solo en la calle, sino también en su hogar, que puede llegar a convertirse en un auténtico horno. Si bien este problema tiene solución más allá del aire acondicionado, pues un buen sistema de aislamiento térmico permite que la temperatura dentro de casa se mueva en una horquilla estable entre los 22ºC y los 28ºC, según Danosa, especialista en soluciones integrales para la construcción.
En concreto, la intensa radiación solar es la culpable de la subida tan drástica de las temperaturas en verano, tanto fuera como dentro de casa. Especialmente reseñable es el caso del tejado de la vivienda, donde la radiación es máxima –ya que pega de lleno- y continua desde el amanecer al anochecer. Si bien un sistema de protección térmica evita que la temperatura en la cubierta suba más de 6ºC, mientras que de lo contrario las temperaturas del tejado
puede sufrir aumentos de temperatura de hasta 13ºC , es decir, más del doble.
De este modo, el aislamiento térmico permite que la temperatura dentro de la vivienda no sufra grandes oscilaciones durante los meses de verano sin necesidad de utilizar ningún tipo de aparato de aire acondicionado o de refrigeración mecánica, lo que contribuye a la vez a rebajar la factura eléctrica en estos meses de calor.
Y es que evitar ese
"efecto horno" que sufren las viviendas por la radiación constante del sol no es factible sin un buen sistema de protección térmica, pues esas ganancias de calor tan fuertes no se compensan con la ventilación nocturna, por lo que se acumulan día tras día haciendo el ambiente irrespirable y obligando a tener las ventanas abiertas de par en par las 24 horas, lo cual favorece que corra el aire pero no evita la entrada de calor.
Trucos para maximizar las ventajas del aislamiento Aunque lo ideal es que a ese aislamiento térmico lo acompañe un diseño y construcción del inmueble realizado bajo criterios de eficiencia energética –una tendencia muy reciente, ya que en España estas técnicas se empezaron a introducir en 2013 con el Documento Básico de la Construcción- hay otros tres procedimientos que se pueden aplicar durante el proceso de construcción para mantener a raya la temperatura.
En primer lugar hay que intentar lograr la mayor
inercia térmica posible en el edificio, siempre dentro de los límites que marcan los materiales utilizados, la propia estructura o los recursos económicos disponibles. La inercia térmica es en realidad la capacidad calorífica del inmueble –de acumular calor en invierno y refrigeración en verano-, por lo tanto, cuanto más capacidad tenga, más tardará la casa en enfriarse y en calentarse.
Por otro lado, se aconseja utilizar en la fachada y tejado los cerramientos en tonos claros, ya que se reduce el sobrecalentamiento de la superficie exterior. Por último, es posible disipar el calor creando compartimientos ventilados en la propia fachada, de modo que se coloquen cámaras de ventilación entre las distintas capas que la conforman y así aislarla lo máximo posible.
Precisamente, en el caso del tejado existe un refuerzo extra para combatir el calor. Se trata de las
cubiertas reflectantes , cuya superficie blanca de alta reflectancia minimiza la absorción de calor –pues hace efecto rebote con la radiación solar-, de modo que aleja el calor del edificio y, a la vez, contribuye a ese ahorro de energía derivado de no tener que enchufar el aire acondicionado.
Además, el Código Técnico de la Edificación (CTE) da un consejo algo más casero pero que, igualmente, refuerza los efectos del aislamiento: la ventilación de la vivienda hay que hacerla por la noche, no durante el día, que es cuando las temperaturas son más frescas y contribuyen a limpiar el aire viciado que pueda existir dentro de casa.