La espectacular casa blanca con techos altísimos de una coleccionista de arte: “Hay cinco blancos diferentes en el piso. El resultado es atemporal y futurista”
El edificio es una antigua mansión privada, el Hôtel de Bonneval, cerca del Museo Picasso, en el barrio del Marais, París. Parcialmente destruido, fue comprado por un promotor a finales de los años 70, que solo pudo conservar la fachada del patio trasero del edificio.
"Se entra por una entrada grandiosa, con zonas comunes totalmente setenteras. Los pisos tienen techos de 2,50 m de altura y una estructura rectilínea con mucho acristalamiento. Es una de las grandes ventajas de la modernidad: hemos aumentado la superficie acristalada", explica Clément Lesnoff-Rocard, al frente del estudio que ha reformado esta casa blanca. El arquitecto ha querido poner en valor el hormigón y todos los elementos constructivos de la época, jugando al mismo tiempo con el lado suspendido y aéreo del piso, que tradujo en un blanco monocromo. Como la propietaria es coleccionista de arte asiático, necesitaba un espacio que pudiera albergar parte de sus obras, con una distribución flexible para que las exposiciones pudieran evolucionar.
Un piso blanquísimo y elegante de 135 m2
En estos 135 metros cuadrados, había que conservar dos elementos: un muro de carga de hormigón que divide el espacio en dos y un hueco técnico en la entrada. El muro central está revestido de espejos para hacerlo invisible, mientras que el conducto de servicio tiene una forma curva, cóncava y escultórica, dando al piso su dimensión de galería.
Como la propietaria ocupa el piso la mayor parte del tiempo sola o en pareja, el piso es completamente abierto, lo que permite moverse libremente de una habitación a otra sin que haya una puerta. Este espacio continuo crea una fluidez espacial que el muro de carga espejado hace transparente a su manera. En la misma línea, el cuarto de baño está abierto al dormitorio, en un espíritu de loft revisitado o, incluso, de ambiente vacacional para Clément Lesnoff. “La metáfora del mar y del cielo continúa con la alfombra del comedor, como una especie de isla en el océano, y la luminaria suspendida sobre la mesa, como la luna en la playa...”, dice el arquitecto, de forma evocadora.
Objetos de todas las épocas para una casa blanca
Objetos, decoración y mobiliario reflejan el eclecticismo del edificio, desde los años 60 y 70, hasta la época más contemporánea, con piezas de Diama David, una lámpara colgante de Pierre Chareau en la cocina y apliques intemporales de los años 50. En el cuarto de baño ultrablanco, un espejo Luis XIV se sitúa junto a una bañera de líneas puras.
“Estos pequeños efectos de contraste crean una forma de abstracción que da lugar a una sensación de intemporalidad, casi anacrónica: este piso bien podría estar ambientado en los años 70 o en 2040, esa es la ambigüedad aquí”, dice el arquitecto, añadiendo más información sobre esta casa blanca. "Desde la entrada hasta el salón, tenemos cinco blancos: la resina del parqué, el techo lacado, el mármol, las cortinas, el blanco del radiador lacado de detrás y el blanco del mueble de la derecha. Una mezcla muy rica".
Riqueza de materiales (y ecos tropicales)
La madera del vestíbulo da paso a una envoltura blanca de hormigón, mármol y espejo, y se encuentra de nuevo en el dormitorio, cubriendo la pared de la cabecera de la cama, con una pequeña mesilla de noche de Eileen Gray y un retrato antiguo. “Añade un ambiente más residencial, porque no estamos en una galería de arte, sino en la zona de noche —la propietaria quería que fuera más tranquila, con la madera aportando calidez”.
La madera, con sus paneles verticales y su tono, recuerda a Brasil, haciéndose eco de las sillas del comedor, algo que Clément Lesnoff confirma: “Esta carpintería contemporánea, la alfombra, las sillas del comedor y todas las plantas verdes que adornan la gran librería espejada dan una dimensión ligeramente tropical”.
Fundamental dedicar unas palabras al suelo: un nuevo parqué de tablillas que sustituye al original, que estaba anticuado y no demasiado bien colocado. Las pequeñas lamas le dan al pavimento un aspecto ligeramente patinado, envejecido, que lo hace pertenecer a una época anterior, la de la mansión original que estuvo aquí ubicada hace muchas décadas. El círculo se cierra.
Artículo publicado originalmente en AD Francia
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